lunes, 12 de noviembre de 2007

EL CONTRASTE COMO PARTE DE LA MISMA LÓGICA.

El consumo parece generar prácticas culturales significantes: productos, espacios, prácticas. Y queda claro que el capitalismo ya no es mirado solo desde lo estrictamente económico. El término capitalismo de ficción tiene una ambigüedad entre la atención estética y sensorial que tienen algunas prácticas de consumo y la crítica que llega una vez superado el primer impacto. El capitalismo posindustrial en el que vivimos tiene base en bienes y servicios intensivos en conocimiento: tecnológico, científico, socio cultural (diseño, marketing, tendencias) y una parte de ellos tiene un impacto en la esfera cultural que se expresa en el cine de entretenimiento, los reality shows, Mc Donald`s, Coca Cola, la moda y el diseño de ropa solo por mencionar algunos ejemplos. Queda claro que estas cuestiones no impactan igual que heladera eléctrica en los 50: no mejora de esa manera la calidad de vida. Se apunta a psiquis del consumidor, a sus sentidos y percepción colocándolos en una experiencia determinada. De una función en primer plano se pasó a una experiencia estética (las megaheladeras espectaculares de hoy). Pero… ¿qué pasa cuando aspecto exterior cae como una cáscara? Esta es la idea misma de capitalismo de ficción: vivimos en un período de contradicciones, oxímoron y de apariencia versus esencia (igual que en el Barroco). Los opuestos que se cruzan dando lugar a expresiones semántica como: guerra santa, transparencia de la política, realidad virtual, comercio justo. Cuando el decorado se cae, el trabajo barroco del oxímoron queda al descubierto y se ven los extremos que se unen. Buscarlo y entenderlo nos resultó fácil en una ciudad del tercer mundo con guetos del primero. Hay polos encontrados en nuestra constitución urbana. Este es el espíritu del capitalismo de ficción. Y la idea es descubrirlos, ser consciente de cómo ellos nos interpelan y analizarlos juntos.

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